Antivirales y Vacunas frente a COVID-19

Por el momento no hay antivirales ni vacunas para luchar frente a COVID-19. La pandemia del coronavirus no tiene precedentes en salud pública y es previsible que tenga devastadoras consecuencias en la economía global. Todo ha ocurrido tan rápido, que no se han puesto en marcha a tiempo medidas de contención eficaces. El número de casos y de fallecidos puede seguirse a tiempo real en varias paginas web, como la de Worldometer o la de la Universidad Johns Hopkins.

Los servicios de urgencias, las camas de hospitalización y las unidades de cuidados intensivos están desbordadas en muchos lugares. Muy pocas veces hasta ahora había habido necesidad de priorizar la atención a unos pacientes en detrimento de otros, por falta de personal y/o equipos sanitarios. Para los médicos y enfermeras, ese dilema es uno de los más dramáticos de la actual situación.

La infección por SARS-CoV-2 puede ser asintomática en una proporción desconocida de casos, sobre todo en niños y jóvenes. En adultos los síntomas generalmente se parecen a los de la gripe, con tos, fiebre, cefalea y fatiga. En los ancianos y personas con otras patologías, un 10% pueden progresar a neumonía y requerir hospitalización. Algunos de éstos precisarán ventilación mecánica y cuidados intensivos.

El SARS-CoV-2 es muy transmisible a partir de los aerosoles de pacientes que estornudan, de modo que la propagación es muy rápida. En la fase crecimiento exponencial de la epidemia que estamos viviendo en España, el número de casos se duplica cada 3 días. Si la acumulación de nuevos casos ocurre en tan poco tiempo en grandes núcleos de población, los servicios de atención médica se colapsan. Por eso es una prioridad implantar cuanto antes las cuarentenas y el aislamiento social.

Dado que no hay inmunidad previa frente al coronavirus, la mayoría de ciudadanos nos vamos a infecta). En cualquier caso, para un cuadro de síntomas que se autorresuelven en una semana, cabe esperar que una vacuna protectora (como la del neumococo) sería lo mejor. Por el contrario, el beneficio de un antiviral podría ser más bien reducido, solo acortando los días de síntomas si se administra precozmente (como ocurre en la gripe con el oseltamivir). En este sentido, el coronavirus es totalmente distinto al VIH, el virus del sida, que produce una infección crónica de por vida (Soriano, AIDS Rev 2020; 22: 57-8). Un antiviral también serviría para tratar al subgrupo de pacientes que desarrollan neumonía y se complican. Por tanto y aun siendo estrategias complementarias, en términos de salud pública, es de mayor importancia desarrollar una vacuna que un antiviral frente a COVID-19.

Todo hace pensar que en dos meses se habrán alcanzado los picos de casos y de mortalidad por COVID-19. A partir de ese momento, sólo podrán infectarse las personas que no lo hayan hecho hasta entonces. El resto habrán desarrollado inmunidad protectora frente al SARS-CoV-2.

Para evitar un segundo brote de coronavirus tras cesar las medidas de aislamiento es importante que el retorno a las actividades laborales y sociales se haga de modo escalonado. De otro modo, las personas que todavía sean susceptibles, contraerán la infección de forma abrupta y volveremos a colapsar los servicios de salud. Las autoridades tienen que prever la gestión del retorno a la normalidad. Más adelante, será de gran importancia tener información y evaluar mediante pruebas serológicas de detección de anticuerpos frente al SARS-CoV-2, cómo fue el ritmo de seroconversión durante la crisis epidémica, los grupos más susceptibles y cuál fue el impacto de las medidas sociales que se han tomado.