Cómo ser feliz

El deseo de felicidad es compartido por todos los seres humanos. Es universal, desde siempre y en todos los lugares. Queremos alcanzar el mayor bienestar emocional posible y una satisfacción plena en nuestra vida. 

Las búsquedas en Google son más frecuentes para ‘cómo ser feliz’ que respecto a ‘cómo ser rico’. Los resultados en buscadores de internet y las respuestas que dan chatbots como ChatGPT señalan 5 actividades que contribuyen a ser feliz. Son las mismas que recomiendan muchos artículos y libros de autoayuda. Para mejorar el estado de ánimo, hay que ser agradecido; tener vida social; ejercicio físico; exposición a la naturaleza; y, por último, meditar al modo del ‘mindfulness’ (Cheung L. Mindful eating, mindful life. London 2015). 

El quinteto clásico de la felicidad

Si se analizan con atención esas 5 actividades del bienestar emocional, tres de ellas son experiencias humanas muy exclusivas, a saber, la gratitud, la sociabilidad y la reflexión. Por el contrario, el contacto con la naturaleza y el ejercicio físico son vivencias compartidas de un modo similar con el resto de animales.

No es de extrañar que los tres determinantes de felicidad más genuinamente humanos impliquen la intervención de potencias superiores de la persona, como la inteligencia, la voluntad y la conciencia. Todas ellas subrayan que el ser humano es social por naturaleza y es trascendente. 

Por la vía negativa, no se alinean con la consecución de felicidad los siguientes: la atención al propio cuerpo, el rechazo de la convivencia (la soledad) y el ateísmo. Son estrategias que encierran sobre uno mismo, subrayando lo corporal sobre lo espiritual; el egoísmo frente a la sociabilidad; y rechazando un sentido religioso a la vida. 

Evidencia científica de promotores de felicidad

Un estudio reciente (Folk y Dunn. Nature Human Behavior 2023) ha examinado a fondo el grado de certeza que tenían los estudios realizados hasta ahora que habían investigado los determinantes de felicidad. Tras identificar 494 publicaciones en la literatura médica y psicológica, los autores seleccionaron 57 trabajos que cumplían criterios suficientes de rigurosidad (población examinada suficiente, diseño del estudio adecuado, etc.). 

Un análisis detenido les ha permitido concluir que sólo existe evidencia de asociación clara con felicidad para dos actividades, a saber, la gratitud y la sociabilidad. Las personas que son agradecidas como rasgo de su personalidad y aquéllas que establecen fácilmente contacto social con otros, conocidos o no, son las más felices. 

Muchos estamos de acuerdo en que la persona que se encierra en sí misma, el egoísta y el que se desentiende de las necesidades de los otros, es generalmente un infeliz. Pero hasta ahora, pocos habían demostrado que poner en valor el trato con los demás, con muestras de gratitud y dialogando con ellos, pudiera ser la vía para alcanzar la felicidad. 

Es como si la felicidad fuera más una recompensa por una aptitud que el fruto del propio esfuerzo. Una vida plena es más una consecuencia que un empeño personal. Más una donación que un propósito.

Vuelta a las virtudes y ‘human flourishing’

El equipo de Tyler VanderWeele en la escuela de Salud Pública de Harvard ha desarrollado un conjunto de habilidades que persiguen alcanzar la mayor satisfacción personal y un sentimiento de vida plena (VanderWeele T. Proc Natl Acad Sci USA 2017).  Este florecimiento humano (‘human flourishing’) descansa en el cultivo de 5 aspectos: 1) salud física y mental; 2) alegría y satisfacción personal; 3) propósitos y sentido de la vida; 4) carácter y virtudes; y 5) buenas amistades. 

El autor señala que las actividades tendentes a esas 5 esferas del bienestar emocional se desarrollan mayoritariamente en 4 ámbitos, a saber: 1) el entorno familiar; 2) el ámbito laboral; 3) la educación; y 4) el grupo con el que se comparten vivencias religiosas.

Medicina para ser feliz y no solo curar

Los avances en el conocimiento de las enfermedades y en la tecnología permiten el diagnóstico y el tratamiento de un gran número de patologías humanas. De este modo, la esperanza de vida en muchos países desarrollados supera los 80 años. Sin embargo, vivir más no siempre significa vivir mejor, pues puede ocurrir que sea a costa de acumular enfermedades. Lo que deseamos es vivir más tiempo y sanos.

LA OMS ha definido la salud como un estado de bienestar físico, espiritual y social; y no solo como la ausencia de enfermedades. Desde la medicina, podemos contribuir al bienestar emocional y a la satisfacción con la propia vida de nuestros pacientes, alineando nuestros conocimientos y la tecnología biomédica con las variables que promueven la felicidad. Limitarnos a curar sería reduccionista. Como decía Edmund Pellegrino, el padre de la ética médica moderna, nuestro cometido es procurar el bien -en todos los sentidos- del paciente.