La respuesta es: hay que acelerar la vacunación mucho más….
Las tres olas de COVID-19 vividas en España han dejado en un año más de 3 millones de infectados y más de 70.000 fallecidos. La cifra se refiere a casos confirmados. Por supuesto, hay más que escaparon al diagnóstico virológico y la cifra real estimada ronda los 5 millones de infectados y más de 100.000 muertos.
A pesar del gran impacto sanitario, social y emocional que ha supuesto COVID-19, no más del 20% de la población española se ha infectado por el coronavirus SARS-CoV-2, tal como testimonian los estudios de anticuerpos (Soriano et al. Clin Infect Dis 2020; Pollán et al. Lancet 2020; Soriano et al. Int J Infect Dis 2021 2021).
El ‘distanciamiento social’ es eficaz para frenar la transmisión del coronavirus. Ha sido hasta hace poco la tríada preventiva del COVID-19: mascarillas, actividades en espacios abiertos y evitar aglomeraciones. El riesgo de contagio y la gravedad vienen determinados por la exposición a concentraciones elevadas del virus en el aire inhalado, esto es, el inóculo viral (Guallar et al. IJID 2020).
Para contener la primera ola de COVID-19 tuvimos confinamiento domiciliario. En la segunda ola, tras la vuelta estival al trabajo, al colegio y universidades, los cierres perimetrales funcionaron. En la tercera ola, consecuencia de las reuniones familiares navideñas, han funcionado el diagnóstico precoz con tests rápidos y el aislamiento inmediato, junto al toque de queda.
Vacunas frente al COVID-19
Pero ahora tenemos vacunas y funcionan, como ha demostrado Israel, que ha vacunado en menos de tres meses a un 60% de su población. Allí, los nuevos casos confirmados y, sobre todo, los ingresos hospitalarios y los fallecimientos por COVID-19 han caído en picado. En Europa, el Reino Unido se ha volcado en la vacunación, que ya supera el 33% de la población. En contraste, sólo un 7% de la población española ha recibido la vacuna.
Hay que priorizar la vacunación, movilizando a todas los profesionales para que se acelere el ritmo de administración de vacunas. Los sanitarios y el ejército, organismos públicos y privados, instituciones laicas y comunidades de la Iglesia: todos a vacunar. Solo así podremos reiniciar la actividad económica y social con seguridad suficiente.
En España, más que en otros países, necesitamos el estímulo comercial de la Semana Santa para la supervivencia económica de muchas familias. El clima primaveral y la ausencia de celebraciones familiares hacen distinta la Semana Santa a las navidades. Los gobernantes no deberían esconderse en el cierre preventivo de la Semana Santa sin antes volcarse y comprometerse en la vacunación rápida y masiva de los ciudadanos.