Nueva epidemia de opiáceos, VIH y hepatitis

Un rebrote de casos de VIH y hepatitis C, junto a una nueva epidemia de drogadicción intravenosa ha despertado la alarma en Estados Unidos (Lerner & Fauci. JAMA 2019). Desde hace una década hay un crecimiento en las muertes por sobredosis. Sólo en 2018 se registraron 68.557 casos, relacionados tanto con heroína y cocaína como con el uso de opiáceos sintéticos (p.e., tramadol y fentanilo) (Dowell et al. JAMA 2017). En un país con una población de 325 millones de personas, estas cifras superan las muertes por accidentes de tráfico y son más defunciones que por SIDA en el pico de 1995.

En la epidemia mundial de SIDA, la adicción a drogas intravenosas fue reconocida desde un primer momento en los 80 y 90 como una de las principales vías de transmisión del VIH. El intercambio de jeringuillas también favoreció la expansión de la hepatitis C. Pues bien, en una comunidad rural del estado de Indiana, conocida como Scott county, con una población de 4.400 personas, en 2014 hubo un brote de más de 200 nuevos casos de VIH (Campbell et al. J Infect Dis 2017). Todos se atribuían a la utilización compartida de jeringuillas y a la inyección intravenosa de oxicodona, un derivado de la morfina.

En 2016 los CDC emitieron nuevas pautas para la prescripción de opiáceos para el dolor, lo que ha producido que los médicos los receten menos y que las mutuas sanitarias pongan más restricciones para el pago de estos analgésicos. Su prescripción excesiva ha sido la causa de la crisis de opiáceos en EE.UU., ya que del consumo oral en los pacientes con dolor ha derivado al uso intravenoso recreacional, sobretodo por parte de familiares y amigos.

La dependencia que causan hizo que cuando el acceso a esos opiáceos fue más difícil, se pasó al consumo ilegal de heroína y fentanilo. Los nuevos adictos son sobretodo adolescentes y jóvenes desocupados y con escasos recursos económicos y bajo nivel educativo. Son los “ninis” (“ni trabajo ni estudio”) de zonas rurales en EE.UU.

En agosto de 2019 se condenó por primera vez a una empresa farmacéutica por comercializar la oxicodona. Además de una indemnización económica, la sentencia obligó al laboratorio Purdue a financiar un centro de tratamiento de adicciones. La batalla judicial en EE.UU. con las farmacéuticas no ha hecho más que empezar, por no haber informado del efecto adictivo de sus analgésicos opiáceos. Hay miles de denuncias contra Johnson & Johnson y Teva.

Fuera de EE.UU., la ONU ha alertado sobre el Tramadol, un analgésico sintético próximo a la morfina, que está causando una crisis epidémica que recuerda la de EE.UU. en algunas partes de África, como Nigeria. En Asia, el continente más poblado, el consumo de estimulantes sintéticos, como anfetaminas y “éxtasis” está muy extendido, a menudo como parte del “chemsex” (Soriano & Del Romero. AIDS Rev 2018).

En su informe de 2019, la ONU subraya que cerca de un 6% de la población mundial consume drogas. Aunque la más extendida es el cannabis (marihuana), la producción de cocaína está en máximos históricos; el 70% se produce en Colombia. Con respecto al opio, Afganistán produce más del 80% mundial; pero México ha pasado a ser el segundo país de cultivo de adormidera, por delante de Birmania.

El creciente consumo de drogas supone un freno para el control de la infección por VIH a nivel global. En Estados Unidos, desde 2012 los nuevos casos de infección por VIH están estabilizados alrededor de 40.000 por año, pues el uso de antirretrovirales es creciente. Una ralentización similar en la eliminación del VIH está ocurriendo en otras regiones del mundo (De Mendoza C. AIDS Rev 2019). Es urgente tomar medidas para informar, educar y prevenir sobre el riesgo de la drogadicción, especialmente en los adolescentes y adultos más jóvenes.