La eugenesia ha sido el tema escogido por la prestigiosa revista médica The New England Journal of Medicine para iniciar una serie de artículos sobre ética médica, que aparecerán durante 2024. El texto (Lombardo P. NEJM 2024) revisa el historial de la revista durante el siglo pasado cuando, de modos distintos, muchos autores defendieron posiciones de eugenesia, esto es, de eliminación de personas consideradas discapacitadas por cualquier motivo.
La selección del tema de la eugenesia tiene el mérito de reconocer una conducta inapropiada por parte del NEJM y representa una solicitud de perdón ante los médicos y la sociedad en general. Desde principios del s. XX y hasta la Segunda Guerra Mundial, muchos autores y artículos promovieron la eugenesia desde el NEJM. Hasta 1928 se llamaba Boston Medical & Surgical Journal. De forma prioritaria se defendieron tres medidas: 1) la eliminación de los enfermos mentales; 2) la denegación de entrada a inmigrantes con discapacidades; y 3) la esterilización de personas ‘insanas’ (Stedman H. Boston Med Surg J 1913), esto es, con discapacidades, enfermos mentales o vagabundos. En algunos artículos se argumentó que ‘ser padres no es para todo el mundo’ (Fernald W. Boston Med Surg J 1912).
Historia de la eugenesia
Aunque la eugenesia ha sido una práctica histórica, desde los tiempos de los griegos o de la roca tarpeya de los romanos, puede decirse que fue el inglés Francis Galton quien en 1883 acuñó el término. Había que poder deshacerse de los indeseables. Galton se inspiró en ‘El origen de las especies’ de Charles Darwin (1869), que revolucionó con la teoría de la evolución el antropocentrismo reinante. Había selección natural y la supervivencia era para los más aptos. Galton subrayó que la mejora de la raza humana tenía que ser nuestro cometido. Científicos como Graham Bell -inventor del teléfono- se sumaron a esta corriente y apoyaron, entre otras medidas, la prohibición del matrimonio entre sordos.
La eugenesia en EE.UU. tuvo un recorrido amplio durante el primer tercio del s. XX. En 1898, una ley en Michigan aprobó la castración de enfermos mentales y epilépticos. Uno de sus líderes, Charles Davenport, identificó la pobreza con una desventaja social del individuo y reclamó que ‘no debería permitirse la perpetuación de ciudadanos de mala clase’ (ABA. Boston Med Surg J 1911). En 1931 había 29 estados que habían adoptado leyes de esterilización forzosa para ‘desviados sociales’ (Editorial. NEJM 1934).
La eugenesia en Europa se extendió especialmente en la Unión Soviética y los países nórdicos. Sin embargo, fue en la Alemania nazi donde tuvo más auge. Tras la derrota de la I Guerra Mundial, un sentimiento de regeneración social arraigó fuertemente en Alemania. Se estimuló la natalidad de las familias con pedigrí ‘no defectuoso’. Durante la República de Weimar (1918-1933) y, sobre todo, tras la Gran Depresión (1929), las medidas eugenésicas pasaron de ser positivas a ser negativas, esto es, aprobando leyes de esterilización de discapacitados.
Con la llegada de los nazis, Himmler promovió el programa Lebensborn, para favorecer la procreación de arios puros, fecundando mujeres con varones de las SS. Con el programa Aktion 4 se autorizó la muerte de enfermos incurables, la mayoría mentales, en sanatorios. Tras el estallido de la II Guerra Mundial, las prácticas eugenésicas se extendieron a los judíos, gitanos y demás minorías en los campos de exterminio.
El Código de Nuremberg (1947) puso fin a las prácticas eugenésicas de estado, reclamando la importancia de la voluntad del paciente. En 1964 la Declaración de Helsinki hizo hincapié en el consentimiento voluntario del paciente para ser sometido a cualquier prueba. En 1979 se publicó el informe Belmont que establecía los 4 principios de la bioética (beneficencia, no maleficencia, justicia y autonomía).
Modalidades de eugenesia: positiva y negativa
La eugenesia tradicional o de estado debe distinguirse de la eugenesia liberal o del individuo. La eugenesia tradicional buscaba soluciones médicas a problemas sociales. La eugenesia liberal actual se basa en decisiones privadas, adoptadas por los sujetos libremente. La autonomía de unos puede contravenir la voluntad de los más vulnerables (como los no nacidos) o la justicia, al privar del bien de la biodiversidad a la sociedad. Respecto a esto último, no cabe duda de que la presencia de discapacitados puede suponer una carga de responsabilidad para algunos ciudadanos, pero la diversidad de la población enriquece a la sociedad. Además, tomar a cargo los más vulnerables de nuestra especie es un sello del ser humano. De hecho, estamos aquí porque lo hicieron nuestros padres con nosotros.
No hay duda de que es preferible y más propio del ser humano ayudar para la inclusión de discapacitados, que promover su eliminación. La clave de la paternidad está en aceptar al hijo como un don, no en averiguar de antemano cómo es y si merece vivir.
La eugenesia positiva puede solaparse con la búsqueda del perfeccionamiento y el transhumanismo, actuando sobre células somáticas o germinales. Son ejemplos del primer caso la utilización de anabolizantes, hormona de crecimiento, eritropoyetina o psicofármacos para mejorar determinados rasgos físicos (p.e., rendimiento deportivo) o mentales (p.e., atención y alerta).
En la manipulación de células germinales con fines eugenésicos hay que diferenciar las intervenciones que tienen un fin terapéutico, esto es, evitar o minimizar el daño que se asocia a determinadas enfermedades monogénicas de las medidas que solo tienen un fin ‘cosmético’ o de perfeccionamiento (altura, color de ojos, color de piel, coeficiente intelectual, etc.). La producción de ‘hijos de diseño’ o ‘a la carta’ transforma el don de la paternidad en un producto de consumo. El niño, de ser un regalo, pasa a ser un diseño, donde se ha suplantado la autonomía de la nueva persona sin su permiso.
En una sociedad del bienestar absoluto no hay deseo de enfrentarse a problemas como la atención a discapacitados. No se tolera el sufrimiento, para el que no se encuentra razón. Mejor si puede evitarse su existencia. Hay una alienación de la persona, que vale tanto como su valor productivo. De modo que el discapacitado carece de valía. En un contexto así, el mensaje de películas como ‘Gattaca’ (Andrew Niccol, 1997), donde se considera no ética la reproducción sexual natural, adquiere gran actualidad. Los nacimientos deberían ser controlados y no abiertos al azar, fruto del amor humano. El estado debería ser intervencionista y asegurar la salud de los futuros ciudadanos, eliminando a priori a los menos aptos. Es un mundo distópico, con ausencia de libertad y diversidad.
Dignidad humana: inclusión versus eugenesia
En el fondo de la cuestión eugenésica subyace dar cuenta de la dignidad humana. Se trata de descubrir el valor de cada persona por ser deseo exclusivo del Creador, formado a su imagen y semejanza (‘imago Dei’). Sin esa percepción, cada sujeto corre el riesgo de medirse en términos de calidad de vida y, lógicamente, ese atributo puede modificarse con el tiempo y según quién lo interprete. El discurso de los derechos humanos tras la II Guerra Mundial no fue suficiente para salvaguardar la dignidad humana. El componente de interrelación de la persona, el que capta el valor del otro, se omitió en unos principios que sobre todo destacaron la autonomía como primer valor de la persona.
En una de las citas, se hace referencia al caso de una pareja de mujeres lesbianas norteamericanas con sordera (Duchesneau & McCullough) que, en el año 2002, fueron condenadas por haber tenido una de ellas un niño sordo a partir de un donante de semen seleccionado por tener sordera. El niño tenía una cierta capacidad auditiva residual en uno de los oídos, pero la pareja de mujeres decidió desestimar la ayuda tecnológica médica para desarrollar su audición y lo educaron como sordo completo. Deseaban que tuviera la misma discapacidad que ellas y, de ese modo, le privaron del beneficio que podía haberle prestado la medicina. En su defensa argumentaron que consideraban la sordera un rasgo identitario cultural más que una discapacidad. El tribunal las condenó por considerar que el bien del niño y su dignidad no podían estar supeditados al capricho de la pareja.
El artículo del NEJM, que reconoce arrepentido la voz dada históricamente a la eugenesia en la revista, es un paso loable. Supone alinearse con la mentalidad inclusiva, que reconoce el valor de todos y cada uno de los seres humanos y de las minorías. Sin embargo, es llamativo que en ningún momento se mencionen otras situaciones de eugenesia que se dan actualmente, como en el aborto ‘terapéutico’ o en el diagnóstico pre-implantatorio. La OMS estima que cada año se realizan 73 millones de abortos en el mundo y la ONU estima que nacen en el planeta 140 millones de niños. Por tanto, hay eugenesia en forma de aborto en alrededor de una de cada 3 gestaciones humanas.
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