Inteligencia artificial y medicina clínica

Un estudio reciente ha concluido que el uso de chatbot GPT-4 es capaz de resolver muchos de los casos clínicos que, de forma semanal, se recogen en la prestigiosa revista médica New England Journal of Medicine (Kanjee y cols. JAMA 2023). Se trata de problemas diagnósticos que, de forma narrativa, han servido para educar muchas generaciones de médicos residentes (MIR) y se utilizan para la formación médica continuada en todo el mundo. La noticia ha despertado gran interés y también perplejidad: ¿podrá la inteligencia artificial (IA) reemplazar al médico?

Frente a estas expectativas halagüeñas para la IA, otros autores más prudentes consideran que esto es un reclamo publicitario (Kulkarni y cols. JAMA 2023). Defienden que la introducción de algoritmos de datos, con procesamiento muy rápido, puede constituir una herramienta muy poderosa, pero solo complementaria de lo que es esencial en medicina: el cuidado del paciente. Eso a lo que Edmund Pellegrino -el padre de la ética médica moderna- denominaba ‘helping and healing’. El médico busca la curación del paciente en su conjunto; y no sólo del episodio de enfermedad. Lo exclusivo del acto médico es buscar el bien del paciente (de Santiago M. EUNSA, 2022). Eso no puede proporcionarlo un ordenador.

El desafío de la IA 

En el s. XXI han surgido dos grandes desafíos para la especie humana derivados de dos grandes avances tecnológicos. El primero es la edición génica y el segundo es la IA. Mientras que el gobierno de EE.UU. ha decidido frenar (moratoria) y regular la edición génica y la medicina regenerativa, la decisión sobre la IA ha sido de no intervención. EE.UU. no quiere quedar atrás en la carrera mundial por el control de la IA, sobre todo con China.

Un chatbot es un programa informático que utiliza IA y procesamiento de lenguaje natural para comprender preguntas y automatizar las respuestas, simulando la conversación humana. Los modelos de lenguaje pueden hacer más, como ha demostrado el transformador pre-entrenado generativo de chat o ChatGPT. Es un modelo de lenguaje entrenado por la empresa OpenAI, disponible en abierto desde noviembre de 2022. Es una nueva forma en que las máquinas con IA pueden interactuar con las personas. 

Es un paso más respecto a Google, que es solo un sistema de búsqueda de información. ChatGPT integra información y genera respuestas a preguntas. Su contribución a la práctica de la medicina previsiblemente será importante, pero no libre de riesgos (Lee y cols. N Engl J Med 2023Moor y cols. Nature 2023).

¿Qué es la Inteligencia humana?

Es una cualidad mental que, de modo gradual, desarrolla las siguientes habilidades: i) aprender de la experiencia; ii) adaptarse a nuevos escenarios; iii) comprender y utilizar conceptos abstractos (codificación lingüística); y iv) manifestar emociones. De ese modo, la inteligencia humana es un instrumento crucial para la integración del individuo en la sociedad y en la modificación del entorno, en un contexto de percepción y conciencia de uno mismo. A todo eso habría que sumar su capacidad de apertura a la trascendencia y a la libertad.

Según el efecto Flynn, durante el s. XX hubo un aumento lineal del coeficiente intelectual (IQ) en la población de casi todos los países (Flynn y cols. Psychol Bull 1987). Algunos lo atribuyeron a una asociación inversa entre IQ y fertilidad (tener más hijos supondría darles menos educación y viceversa). Sin embargo, durante el s. XXI se ha observado un retroceso aparente del IQ en diversos países, sin un aumento de la fertilidad (Dutton y cols. Intelligence 2016). Es el caso de Noruega, donde un estudio reciente en reclutas del servicio militar ha demostrado un descenso del IQ, sobre todo en los más jóvenes (Bratsberg y cols. PNAS 2018). Parece claro que todo depende de cómo se mida el IQ. En algunos cuestionarios no se tuvo en cuenta la emoción; pero tampoco la voluntad, la libertad o la acción.

La inteligencia humana no es comparable a la de otro ser vivo. El sustrato anatómico es el conectoma funcional de nuestro cerebro y, sobre todo, el dependiente de los hemisferios frontales. En atención a las redes neuronales existentes, podemos diferenciar una inteligencia establecida y otra adquirida, derivada de conexiones nacientes e incluso nuevas neuronas. 

¿Qué diferencia al ser humano de otras especies? Al menos somos distintos en 5 aspectos: creatividad, compasión, amor, afectos (empatía) y olvido de uno mismo. Sin embargo, en algunas de esas esferas hay mamíferos que muestran cierta capacidad de emularnos. Pero no es lo mismo.

¿Qué es la inteligencia artificial? 

El diccionario la define como el desarrollo de sistemas informáticos capaces de realizar tareas que normalmente requieren la inteligencia humana, independientemente de los fines deseados. La IA pretende emular los procesos de la inteligencia humana con la tecnología. 

¿Pero la IA es realmente inteligente? La respuesta puede ser la del naturalismo determinista, donde el imperativo tecnológico dice que sí. Por el contrario, una visión filosófica dirá que las inteligencias humana y artificial están llamadas a ser complementarias y cooperar; pero son fundamentalmente distintas.

Ética y ciencia

La Fundación BBVA publicó recientemente un estudio de las valoraciones en Europa sobre la tecnología. Se preguntaba si la ética debía poner límites a la ciencia. Mientras que un 68% de los alemanes decían que sí, en España sólo un 36%. Sin duda, llama la atención esa fe en la tecnología al margen de las valoraciones éticas, por parte de los españoles. La confianza en el método científico lleva a reconocer la racionalidad científica como única aproximación a la verdad de la realidad. Se encumbra a la ciencia como suficiente, autónoma y neutra. La consecuencia es que la ética se considera como un freno para el progreso.

Frente a esa visión heredera de la Ilustración, las experiencias de las grandes guerras del s. XX han demostrado la conveniencia de aceptar el pluralismo de las hipótesis racionales y la conveniencia de que existan mecanismos que aseguren el beneficio de los avances científicos y limiten su daño potencial. En ese sentido, la consideración de bondad o maldad en los actos humanos debe ser un proceder necesario antes de dar un nuevo paso científico, si queremos que haya un verdadero progreso. Dicho de otro modo, la ética debe guiar a la ciencia. La ciencia se pregunta por el cómo funciona, mientras que la filosofía cuestiona el por qué y para qué. Por tanto, la ética es necesaria para que la ciencia sea verdadero progreso humano.

¿Cómo funciona la IA?

La IA se fundamenta en técnicas de estadística y algoritmos matemáticos (machine learning), que descubren patrones en una base de datos. La utilización de redes de conexión o interacción, al modo de redes neuronales, permite un conocimiento más profundo (deep learning). En medicina ya son reconocibles los avances derivados de introducir la IA; por ejemplo, en oncología (Shimizy y cols. Cancer Sci 2020) o en enfermedades infecciosas (Brownstein y cols. N Engl J Med 2023).

La acción humana tiene unas características exclusivas que no tiene la acción de un computador. Alasdair McIntyre (1929- ) ha señalado que son propias del acto humano la dependencia, la fragilidad y la racionalidad en un contexto de reciprocidad. La acción humana es un proceder ajustado a un marco normativo y de valores, libre y voluntario, que permite la toma de decisiones y la ejecución de una acción tras una deliberación, con 3 características: 1-la previsión de consecuencias; 2-un escenario consciente; y 3-el conocimiento de la naturaleza determinante de cada acción libre.

Cuestiones éticas en la IA

La discusión de dilemas éticos en el uso de la IA lleva a una cuestión final: ¿qué es el hombre? Se dice que la inteligencia humana goza de emoción, que nunca tendrá la IA. En ésta no cabe el concepto de sacralidad, ni de libertad. Es el antagonismo de lo creado versus lo programado. Las máquinas no operan con libertad. Los códigos de procesamiento deberían estar sujetos a normativas, que salvaguarden la objetividad, la justicia, la equidad (y no discriminación) y la eficiencia (como las normas del tráfico vial).

En ‘Un mundo feliz’, Aldous Huxley (1894-1963) describe una sociedad programada por los avances de la ciencia y de la tecnología. Es un planeta con personas biológicamente humanas, pero deshumanizadas.  Es un mundo reduccionista, donde la experiencia psicológica y espiritual es cada vez más neurobiológica. La diferencia entre el ser humano y el robot -dicen- está en el material utilizado. Mientras que los robots son máquinas electrónicas, los humanos son moleculares. La diferencia esencial pasa a ser la muerte. Tal como señala Hiroshi Isiguro, de la Universidad de Osaka: ¡Y son las máquinas las que sobreviven!.

Libertad humana y determinismo digital

En realidad, lo que nos hace más diferentes de las máquinas es la capacidad humana de ser flexible. Son nuestras redes neuronales sobre las que descansa y las que permiten una dinámica de aprendizaje, la comprensión de conceptos complejos, la empatía y la estabilidad emocional. Esta flexibilidad no es fruto del error o de la consideración de otras variables, que no son tenidas en cuenta por la máquina (el olvido, la pasión, etc.). Es la libertad humana en oposición al determinismo del robot.

La revolución industrial, de forma consecutiva, vino de la mano de 4 eventos cruciales: la mecanización, la electricidad, la informática y la digitalización. Han surgido nuevos empleos y se han destruido otros tantos. Algunos auguran un desenlace fatal para la especie humana con la irrupción de la IA. Así lo señaló Stephen Hawkins (1942-2018). Otros son más positivos, como Andrew Ng, el CEO de Coursera. Dice que la transformación promovida por la IA es equiparable a la que supuso la electricidad hace un siglo. Estamos iniciando una nueva era.

La IA despierta inquietudes a nivel social (aumento del paro, robótica belicista, etc.), pero también cuestiona la identidad del ser humano, por la fragilidad que nos revela. Desdibuja el pensamiento y la filosofía humanista.

Es conveniente preguntarse no el cómo de la IA sino para qué y con qué finalidad. Eliminará profesiones que no comportan responsabilidad moral (barrenderos, administrativos, publicistas, etc.), pero no podrá suplantar y solo podrá complementar el trabajo de médicos, políticos, jueces, etc.

En todo momento habrá que volver a preguntarnos: ¿con qué fin utilizo la IA? Cooperación versus sustitución. Idealmente,  la IA librará al médico del trabajo administrativo y le ayudará a interpretar diagnósticos (electrocardiogramas, pruebas de imagen de radiología, lesiones cutáneas, daño en la retina, etc.). De ese modo, la IA permitirá al médico dedicar más tiempo al paciente, su cometido más genuino (Haug y cols. N Engl J Med 2023Detmer y cols. JAMA 2023).

Hay una serie de requisitos éticos que deben solicitarse a la IA, como ser fiable, no discriminatoria, trazable, trasparente, objetiva (no manipuladora), no causar perjuicio y estar sujeta al control humano (Bak-Coleman y cols. Nature 2023). Es fácil prever un futuro donde compitan el creciente poder de la tecnología y nuestro intento por controlarla con nuestra sabiduría. Todos los avances importantes tecnológicos se han seguido de resultados indeseados y no tiene por qué ser distinto con la IA. Pero hay que ser proactivo en las restricciones y moratorias, para minimizar daños a tiempo. Es la ingeniería de la seguridad. Hay que establecer límites legales y exigencia de principios éticos a respetar (Tiribelli y cols. Am J Pub Health 2023Kraft S. Am J Pub Health 2023).