‘One Health’: hacia una ecología integral de la salud

Más de 200 revistas científicas han publicado de forma simultánea un artículo firmado por directores de grupos editoriales e instituciones médicas de todo el mundo (Abassi y cols. JAMA 2023). El escrito alerta sobre el advenimiento de una crisis sanitaria mundial, como resultado del cambio climático y la reducción de la biodiversidad. El texto es un manifiesto dirigido a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), reclamando que se tomen de inmediato las medidas oportunas para frenar la hecatombe. 

Los autores subrayan que el daño a la salud humana es una consecuencia directa del cambio climático y de la destrucción de ecosistemas. Ambas son resultado del desequilibrio producido por una acción humana irresponsable. Además de ser dañina para otros seres vivos, puede ser suicida para nuestra especie. Las referencias que aportan son definitivas (Editorial. Nature 2023).

Los problemas de salud serán consecuencia de la falta de agua potable, alimentos y hábitat, junto con fenómenos meteorológicos extremos, polución del aire, acumulación de basuras/residuos y aumento de enfermedades infecciosas, incluidas las pandemias. Miles de especies y millones de seres vivos desaparecen a ritmo acelerado en las últimas décadas. La biodiversidad nunca había caído tanto. Si no intervenimos, será la sexta ola de extinción masiva de vida en la tierra, aunque a diferencia de las anteriores, la responsabilidad de ésta recae en la acción humana.

Compartir el planeta por parte del ser humano y el resto de seres vivos ha conducido a los largo de 4.500 millones de años a una imposición de los humanos, con un desplazamiento y extinción cada vez más acelerada del resto de especies. Para los humanos, el coste de la ocupación de hábitats y ecosistemas han sido zoonosis y pandemias que, ocasionalmente, han diezmado la población de regiones o incluso continentes enteros. Es el caso de la peste negra en Europa occidental en el s. XIV o el SIDA en África subsahariana a finales del s. XX. Para los autores del manifiesto, la experiencia del COVID-19 sugiere que hemos alcanzado un momento de riesgo real de extinción masiva de la vida en la tierra, incluida la humana.

El escrito de los expertos finaliza con una serie de recomendaciones para revertir el problema. Subraya que hay que explorar visiones alternativas sobre lo que significa una buena calidad de vida (esto es, que no sea dependiente del consumismo), repensar el consumo de los bienes de la naturaleza (el desechado y el reciclado), poner en valor las relaciones inter-humanas (enfrentándose al individualismo), reducir las desigualdades sociales y promover la educación en valores. Concluyen que todo eso redundará en una mejor salud física y mental de los seres humanos del s. XXI (Otto-Portner y cols. Zenodo 2021).

Llamadas al cuidado del mundo: la conversión ecológica

En la historia del último siglo podemos identificar tres grandes textos que han supuesto un revulsivo respecto a la concienciación sobre el cuidado del planeta. En primer lugar y poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, Arthur Leopold publicó su libro sobre la ética de la tierra (1949). Despertó de un modo sin precedentes la sensibilidad por el cuidado de la creación. La naturaleza no debe entenderse solo como un medio para que el ser humano consiga recursos. No puede instrumentalizarse. La crisis ambiental tiene sus raíces en un reduccionismo economicista. Leopold subrayará que los humanos somos parte de la creación y debemos respetarla. Utilizar se opone a explotar. Frente al antropocentrismo, despertaba el biocentrismo.

En 1967, Lynn White publicó un artículo en la prestigiosa revista Science, donde examinaba los posibles determinantes del abuso que estaba haciendo el ser humano del resto de la creación y seres vivos del planeta. White dibujó un escenario donde la cultura de raíces judeo-cristianas habría conducido a un antropocentrismo extremo, con una mala interpretación del mandato bíblico del Génesis de ‘creced y multiplicaos; y dominad el mundo’.

Frente a esas posiciones, en años recientes la Iglesia católica se ha pronunciado sobre el ecologismo y el cuidado de la casa común. El papa San Juan Pablo II se refirió a la necesidad de una conversión ecológica, donde el hombre se reconozca como ministro del Creador. La ecología interesa en cuanto se refiere a la manera cómo el hombre se relaciona con el medio natural y social en el que habita y del cual es responsable. No cabe el abuso de la naturaleza y su explotación sin tener en cuenta al resto de la comunidad humana y a la naturaleza.8 En 2011, el papa Benedicto XVI se refirió a la ecología humana en un discurso memorable al parlamento alemán, donde subrayó el respeto debido a la creación de Dios, incluyendo al hombre, la criatura hecha a su imagen.

Pero fue en 2015 cuando el papa Francisco publicó la encíclica ‘Laudato si. Este texto de referencia subraya el deber de proteger la obra de Dios, como parte esencial de una existencia virtuosa. La creación, obra de Dios, tiene un valor intrínseco (objetivo), que va más allá de su carácter instrumental para el ser humano. Francisco dirá que todo está conectado, de modo que el cuidado de la naturaleza refleja la conducta moral de la persona. De ese modo, ecología y cuidado de otros seres humanos, los más vulnerables y la lucha contra la pobreza, son una misma aptitud del ser humano. 

Ecología y medicina

Dado el desfase entre el desarrollo tecnológico y la regulación ética, es necesario reflexionar sobre los avances científicos y el fin que los fundamenta. No todo lo que puede hacerse es conveniente que se haga. El principio de precaución debe guiar la ciencia. Un ejemplo claro de esta tensión entre tecnología y humanismo se dio en los años 70, cuando un grupo de investigadores internacionales, liderados por varios premios Nobel, proclamaron el grito de Asilomar (Berg y cols. Science 1974), donde establecían una moratoria sobre las aplicaciones de la tecnología del ADN recombinante, por el miedo a los abusos y consecuencias graves que pudieran seguirse de la falta de control de esos experimentos en agricultura, veterinaria y medicina. 

¿Qué es One Health?

Fue el epidemiólogo americano James Schwabe quien acuñó el término ‘one health’ en 1964, refiriéndose a la estrecha interrelación entre salud humana y animal. En el año 2004, la Universidad Rockefeller organizó un congreso bajo el título ‘un mundo – una salud’, que concluyó con los ‘Doce principios de Manhattan’ que utilizan una nueva terminología para implementar la salud global. Pero ha sido la sucesión sin precedentes de pandemias del s. XXI (SARS, Ébola, Gripes aviar y porcina, Dengue, Chikunguya, Zika, Viruela del mono y, sobre todo, COVID-19) las que han suscitado una concienciación sin precedentes sobre la salud global. Son todas zoonosis o utilizan un vector animal.

En el año 2018, 4 organismos internacionales (OMS, FAO, ONU y OIE) firmaron un acuerdo de colaboración y promoción conjunta de “One Health” (“Una Sola Salud”), destacando la estrecha relación e interdependencia entre la salud humana, la animal y la ambiental. Es un enfoque integral y unificador para equilibrar y optimizar la salud de las personas, los animales y los ecosistemas. Permite abordar el espectro completo del control de enfermedades, desde la prevención hasta el diagnóstico, el manejo y el tratamiento, contribuyendo a la seguridad sanitaria mundial.

Según la OMS, el concepto One Health hace referencia al objetivo mundial de aumentar la colaboración interdisciplinaria (salud pública, medicina, sanidad, veterinaria, investigación, ciencias ambientales, etc.) en el cuidado de la salud de las personas, los animales y el medio ambiente, con el fin de poder elaborar e implementar programas, políticas y leyes a favor de la mejora en la salud global.

La relación entre humanos, resto de seres vivos y ecosistemas es dinámica. Con una visión holística, “One Health” persigue adaptarse a las relaciones cambiantes que, en las últimas décadas, son especialmente significativas a causa de fenómenos como la globalización, los viajes y migraciones humanas, los cambios en la distribución geográfica de diferentes especies animales, el cambio climático, la deforestación, la ganadería intensiva, las nuevas rutas migratorias animales, la contaminación ambiental, etc. Todo ello ha favorecido la transmisión de enfermedades, con saltos de microbios de animales a personas (zoonosis), al surgir nuevas oportunidades de contacto entre humanos y animales, en ecosistemas alterados. 

Según la Organización Mundial de la Sanidad Animal (OIE), un 60% de las enfermedades infecciosas humanas conocidas y más del 75% de las emergentes son de origen animal (de animales domésticos o salvajes). Por lo tanto, la sanidad animal es fundamental para el mantenimiento de la salud pública. Esta integración de la salud de humanos, animales y ecosistemas tiene que estar recogida en las nuevas políticas de todos los países. Las áreas en las cuales el enfoque de One Health es especialmente necesario son la seguridad de los alimentos, el control de las zoonosis y la lucha contra la resistencia a los antimicrobianos.