He tenido la suerte de acompañar como médico en un voluntariado a un grupo de 80 adolescentes a punto de alcanzar la mayoría de edad y a sus monitores. Todos de un colegio de Madrid. Hemos estado tres semanas en Yamusukro, la capital de Costa de Marfil.
Durante jornadas intensas y tropicales, desde el amanecer (6.30am) al anochecer (6.30pm), hemos construido una iglesia y un mercado en un poblado ubicado en una zona selvática. Además, los voluntarios han repartido a diario más de 400 comidas a los niños del lugar. El último día hubo un gran festejo y se regalaron juguetes.
Por encima de todo, los adolescentes españoles han derramado su alegría y cariño en muchas criaturas y sus familias. Ver las duras condiciones de vida y pobreza en tanta gente nos ha abierto los ojos a una realidad que estremece. El revulsivo nos ha hecho sacar lo mejor de nuestro interior.
Estos adolescentes españoles de piso y ‘urba’ han vuelto cansados pero contentos. A cambio de estas tres semanas de darlo todo, dicen que se han traído de Costa de Marfil grandes tesoros: saber que se puede vivir sin móvil, disfrutar de la amistad y de la convivencia como nunca antes, comprender lo que es el servicio, la entrega, el compartir, etc. En fin, todas esas cosas que engrandecen a las personas por sacarnos de nosotros mismos y nos hacen felices.
Estoy convencido de que voluntariados así son la mejor asignatura ‘Educación para la ciudadanía’ que pueden impartir los colegios.