SIDA, COVID y Viruela del mono: ¿alguna pandemia más que temer?

Las pandemias por virus han asolado la humanidad desde hace siglos. Una de las primeras de las que se tiene noticia es la plaga de Galeno (165-180 d.C), bajo el emperador romano Antonino. Se produjo tras volver las legiones de una campaña en Mesopotamia. Produjo 5 millones de muertes en Italia, Asia Menor, Grecia y Egipto. La forma hemorrágica del sarampión fue la causa más probable (Muñoz-Sanz A. EIMC 2012).

El aumento de la población mundial (somos ya cerca de 8.000 millones), la invasión de ecosistemas de otros animales y los viajes frecuentes, entre otras razones, han favorecido en las últimas décadas una expansión sin precedentes de zoonosis, esto es, infecciones en humanos por virus de otras especies. Es el caso del SIDA, el COVID y la reciente viruela del mono.

Para dar el salto a los humanos, los virus de animales necesitan mutaciones de adaptación. A continuación, para transmitirse entre humanos, deben sumar más cambios genéticos. Solo tras esos dos pasos, una zoonosis puede desencadenar una pandemia. Esto ocurrió con el VIH hace 50 años, con el coronavirus hace 3 años y con el virus de la viruela del mono hace apenas 6 meses.

VIH y SIDA

El VIH es un retrovirus que infecta a los chimpancés de África occidental desde hace siglos. A mediados del S. XX se produjo el salto eficaz a los humanos, que cazaban, comían o manipulaban carne fresca de esos animales. La promiscuidad sexual y el que los síntomas no aparecieran hasta al cabo de 5-8 años, permitió que el VIH se transmitiera a un elevado número de personas. Para cuando en 1981 se reconoció que había empezado la epidemia de SIDA, ya era demasiado tarde. El VIH estaba ya distribuido por casi todo el mundo. Desde entonces se han infectado 115 millones de personas y han fallecido 75 millones. 

En la actualidad, más del 75% de los 40 millones de infectados vivos reciben medicación antirretroviral que, aunque no cura la infección, evita que los portadores del VIH desarrollen SIDA. Por el momento, no hay una vacuna eficaz para prevenir la infección por VIH (Soriano V y cols. AIDS Rev 2020).

SARS-CoV-2 y COVID

El coronavirus del COVID es también un virus ARN. Su reservorio animal son algunas especies de murciélagos. Su transmisión por vía aérea ha facilitado su rápida diseminación mundial. Se han confirmado más de 620 millones de personas infectadas en menos de 3 años. Han fallecido 6’5 millones, la mayoría ancianos o personas con enfermedades crónicas graves (Moreno-Torres V y cols. QJM 2022).

Las vacunas han reducido drásticamente las formas graves y las muertes. Además, se han comercializado antivirales orales, que reducen la gravedad de la infección por SARS-CoV-2. Aunque la pandemia de COVID está en retroceso, el virus ha llegado para quedarse. De este modo, será uno más de los virus respiratorios que causan resfriados cada otoño-invierno.

Viruela del mono

El brote de viruela del mono que tenemos desde mayo nos ha cogido por sorpresa. Han coincidido varios factores (Rothenburg S y cols. Cell 2022). En primer lugar, el aumento de población sin inmunidad cruzada, tras abandonarse la vacunación contra la viruela en 1980. En segundo lugar, los viajes frecuentes desde y a zonas endémicas de África occidental, donde el virus de la viruela del mono (MPXV) es endémico e infecta a diferentes roedores, que son su reservorio natural. 

Casos humanos se han comunicado en África desde hace varias décadas. Sin embargo, la transmisión entre humanos hasta ahora era solo ocasional. Variaciones en el virus y el contacto estrecho en las relaciones sexuales han producido cadenas de transmisión entre humanos. La infección de personas con un elevado número de parejas y, de modo especial, varones homosexuales, ha actuado como detonante de la actual explosión de casos. La propagación internacional es preocupante porque puede dar lugar a la infección de roedores en otras partes del mundo fuera de África. La infección por MPXV se globalizaría y pasaría a ser muy difícilmente erradicable. 

En cualquier caso, la disponibilidad de una vacuna protectora eficaz, también de antivirales orales (tecovirimat) para reducir el riesgo de formas graves y, sobre todo, el que se trata de una enfermedad autolimitada, que no se cronifica, hacen que el miedo a la viruela del mono sea menor que al SIDA. Además, se produce inmunidad permanente, esto es, el que lo ha pasado o se ha vacunado esta `retejido de nuevos episodios, a diferencia de lo que ocurre con COVID. En el momento actual, los nuevos casos de viruela del mono están en descenso, en gran parte por un ‘efecto de saturación de grupo’, por las infecciones ya producidas dentro de la comunidad gay más promiscua (Rothenburg S y cols. Cell 2022).

Situación de las pandemias en España

En España, el número de muertes causadas por cada una de las pandemias ha sido de 65.000 por SIDA, 115.000 por COVID y solo 3 por viruela del mono. La mortalidad por esta última enfermedad es baja, a pesar de que se han confirmado 7.188 casos en España, el tercer país del mundo tras Estados Unidos y Brasil.

Se estima que hay unas 130.000 personas infectadas por VIH residiendo en España. Un 80% lo saben y la mayoría toman antirretrovirales. Sin embargo, continúan produciéndose alrededor de 2.000 nuevas infecciones anuales, merced a las prácticas de riesgo sin protección, ya sean sexuales o por el uso de drogas intravenosas o ambas (‘slam sex’).(Knoops L y cols. Sex Health 2022).

La lucha contra las pandemias víricas requiere un esfuerzo multidisciplinar, con dos actores principales: los ciudadanos que pueden sufrir las enfermedades; y las autoridades sanitarias, que deben velar por su protección. La información y educación sobre las vías de transmisión y conductas de riesgo debe ser clara y veraz. Además, vacunas, antivirales y pruebas diagnósticas deben ser fácilmente accesibles. Por su parte, es fundamental la responsabilidad de las personas con conductas de alto riesgo de exposición. Deberían consultar al sistema sanitario y evitar el contagio de otros.