Los primeros pacientes con SIDA fueron diagnosticados en 1981 en California. La mayoría eran varones homosexuales de raza blanca. El agente causal no pudo aislarse hasta 1983. Se trataba de un retrovirus, el VIH-1. Para entonces, el SIDA ya se había expandido por casi todos los continentes y los pacientes eran de todas las razas. También había SIDA en mujeres y niños. Había antecedentes de drogadicción, transfusiones, infecciones de transmisión sexual, etc. En 1985 se comercializaron los primeros tests diagnósticos, que fueron pruebas de anticuerpos en la sangre.
En África subsahariana había muchos seropositivos y la transmisión heterosexual era la principal vía de contagio (De Cock y cols. Lancet 2002). En las mujeres gestantes, el contagio de los bebés era frecuente, especialmente si la lactancia había sido prolongada. La transmisión del VIH también ocurría por transfusiones y por inyecciones intramusculares con agujas no esterilizadas, tras exposición a sangre contaminada.
En 1986 se describieron pacientes africanos con SIDA que no tenían anticuerpos contra el VIH (Clavel y cols. N Engl J Med 1987). La mayoría eran oriundos de antiguas colonias portuguesas y francesas en África occidental, como Guinea-Bissau, Costa de Marfil, Gabón y Camerún. Un grupo francés identificó el segundo virus del SIDA en esos pacientes. Se denominó VIH-2 (Clavel y cols. Nature 1986). En el laboratorio, era un retrovirus menos virulento que el VIH-1. En la clínica, los pacientes desarrollaban SIDA más lentamente. Además, el VIH-2 se transmite menos que el VIH-1 por vía sexual y vertical, esto es, de las madres a sus bebés (De Mendoza y cols. AIDS 2017).
VIH-2 en España
En España, los primeros casos de infección por VIH-2 se describieron en 1988 en la costa catalana del Maresme, al norte de Barcelona (Soriano y cols. Eur J Clin Microbiol Infect Dis 1989). Allí había un grupo de migrantes de África occidental que trabajaban en la recolección de frutas y flores. Provenían sobre todo de Gambia, Senegal, Costa de Marfil, Camerún, Gabón y Guinea Ecuatorial. Muchos estaban asintomáticos, pero algunos tenían las primeras manifestaciones de SIDA.
En 1989 se constituyó el Grupo Español de VIH-2, que mantiene hasta la fecha un registro de casos nacional (De Mendoza y cols. AIDS 2017). Se han comunicado en España un total de 425 infectados por VIH-2. La edad media al diagnóstico es de 42 años. Un 64% son varones. Más del 75% son migrantes africanos, pero cerca del 15% son nativos españoles que han vivido en África occidental y/o han tenido relaciones sexuales con personas de esas regiones.
En los últimos años ha habido un descenso en el número de casos de VIH-2 diagnosticados en España. Desde la pandemia de COVID-19 se comunican menos de 10 casos anuales. Canarias, Almería, Madrid, Catalunya y Baleares son los lugares con un mayor número de diagnósticos. Son las zonas con la mayor tasa de migración de africanos procedentes de zonas endémicas (De Mendoza y cols. Int J Infect Dis 2024).
Disminución del VIH-2 en África occidental
La OMS estima que el número de personas infectadas por VIH-2 en el mundo oscila entre 1 y 2 millones. Como comparación, los infectados por VIH-1, el clásico virus del SIDA, son 40 millones. Mientras que las nuevas infecciones por VIH-1 están estabilizadas alrededor de 1’3 millones anuales, los diagnósticos de infección por VIH-2 están en retroceso y por debajo del millar de nuevos casos anuales.
Después del reconocimiento del epicentro de casos de VIH-2 en África occidental a finales del siglo XX, desde hace décadas el VIH-2 está disminuyendo. Un estudio colaborativo español en Costa de Marfil ha subrayado que, en el momento actual, menos del 5% de los pacientes tratados con antirretrovirales son portadores del VIH-2 (Konan y cols. AIDS Rev 2024). Esto es paradójico, puesto que precisamente en Costa de Marfil se originó el VIH-2, a partir del salto a humanos (zoonosis) del retrovirus desde unos monos infectados, que son el reservorio animal (Peeters y cols. AIDS Res Hum Retroviruses 1994).
Se han postulado múltiples factores como causa del aparente control de la pandemia por VIH-2, como la menor virulencia y transmisibilidad del virus, el screening frecuente de la población de riesgo, la utilización amplia de medicación antirretroviral (que inhibe tanto al VIH-1 como al VIH-2), etc. (Gottlieb y cols. Lancet HIV 2018). Sin embargo, otras medidas de prevención, como un menor número de parejas sexuales o el uso de preservativos, no parecen contribuir apenas, puesto que las infecciones de transmisión sexual están en aumento (Soriano y cols. AIDS Rev 2023).
Futuro de la epidemia por VIH-2
Algunos modelos epidemiológicos han apuntado que la pandemia por VIH-2 podría extinguirse antes de 2050 (Fryer y cols. AIDS 2015). En realidad, aunque la incidencia de nuevos casos continúe cayendo, es muy improbable que alcance el cero. El periodo asintomático en la infección por VIH-2 puede ser de varias décadas y una proporción de portadores no sabe que está infectada. De ese modo, esas personas podrían continuar contagiando a otros, sobre todo por vía sexual.
No cabe duda de que la evolución de la pandemia por VIH-2 es muy interesante. Hasta ahora solo una enfermedad infecciosa, la viruela, ha sido erradicada del planeta. La vacuna fue la herramienta clave. Para el VIH-2 no tenemos vacuna, pero sí excelentes pruebas diagnósticas y una medicación antirretroviral supresiva eficaz (De Mendoza y cols. AIDS Rev 2020). Es necesario que la infección por VIH-2 no sea una enfermedad olvidada (‘neglected disease’). Mantener un elevado índice de sospecha de la infección por VIH-2 es la mejor estrategia para alcanzar su erradicación.