¿Evitaremos el confinamiento en la segunda ola de COVID-19?

Desde el regreso del verano, los casos diarios de infección por SARS-CoV-2 han aumentado y se han acelerado en las últimas semanas. La implantación de confinamientos perimetrales en algunas grandes ciudades y municipios no ha sido suficiente para contener la segunda ola otoñal. Esas restricciones tienen un objetivo disuasorio de movilidad de la población y de dispersión del coronavirus. 

Otros países europeos han optado por restricciones de horario, en forma de toque de queda. Son más eficaces y persiguen reducir actividades en horario nocturno, sobre todo de ocio, que suelen convocar aglomeraciones en espacios cerrados, sobre todo de jóvenes.

La segunda ola (otoñal) de COVID-19 que afecta a Europa es distinta a la que padecimos en primavera. Muchos de los nuevos diagnósticos se producen en personas jóvenes y asintomáticas (o con síntomas leves). Más importante es que los hospitales no están colapsados como lo estuvieron en abril y la tasa de mortalidad es inferior (por debajo del 0,3% en los casos positivos).

Aún así, la cifra de nuevos casos diarios de infección por SARS-CoV-2 en muchas regiones españolas va en aumento, con una incidencia acumulada superior a los 200 nuevos casos confirmados por 100.000 habitantes en las últimas 2 semanas. Esto indica que hay transmisión comunitaria, de modo que los rastreos y aislamientos (medidas de contención) son insuficientes para contener la pandemia. Son necesarias entonces medidas de mitigación, que incluyen ‘tests masivos’ a grupos de población y aislamiento precoz de casos, junto a restricciones de movilidad y de horario.

Las pruebas rápidas de antígeno de SARS-CoV-2 constituyen un avance importante. Permiten identificar de forma precoz y poder aislar a los contagiosos, que lo son durante no más de 10 días. Estas pruebas deben mejorar: hacerse en saliva, venderse en farmacias, poder realizarse en el domicilio y ser más baratas. Es decir, como un test de embarazo. Deberían poder hacerse antes de asistir a eventos con grupos más o menos numerosos, como celebraciones familiares, encuentros deportivos, asistencia a clases en colegios o universidades, reuniones laborales, viajes, etc.

Tras vivir un confinamiento domiciliario total en primavera y sufrir las consecuencias económicas y psicológicas que ocasiona, hemos de intentar que no vuelva a repetirse. Echar el cerrojo de nuevo debe ser la última opción. Hay que tomar medidas más inteligentes, que permitan conjugar la actividad social y laboral con la pandemia. Dicho de otro modo, hay que compartimentar la lucha contra COVID-19: ¡no lo puede impregnar todo y paralizar de nuevo la sociedad!

Entre otras medidas caben las siguientes: 

  1. reforzar los sistemas sanitarios (hospitales y atención primaria), evitando que no queden desatendidas enfermedades que no son COVID-19;
  2. multar a quienes actúan de forma irresponsable respecto a las medidas de transmisión del coronavirus (fiestas ilegales, botellones y demás); 
  3. asegurar que llegan a tiempo las prestaciones económicas a las familias (los famosos ERTEs) y las ayudas a las empresas. Esto último contribuirá a vivir la responsabilidad cívica a tantos que padecen una situación financiera desesperada; y
  4. liderazgo a nivel nacional. Es conveniente que haya un portavoz único, que dé mensajes simples y estables en el tiempo. No puede haber medidas distintas por comunidades y cambiantes cada semana. La falta de transparencia, rigurosidad y las contradicciones quitan la confianza de los ciudadanos en los gobernantes. 

En el mundo sanitario, los médicos somos testigos de la desatención que han sufrido otras enfermedades como resultado de restringir todo el esfuerzo en COVID-19. La incidencia de apendicitis, cánceres y accidentes no ha disminuido. Desgraciadamente, la atención que han recibido ha sido mucho peor. Es importante compartimentar COVID-19 y que haya consultas, camas y personal que continúen prestando la atención debida a otro tipo de enfermos. Si en la primera ola de COVID-19 había una prioridad médica (no se sabía qué hacer respecto a la enfermedad), durante la segunda ola que vivimos hay prioridad de organización y gestión de recursos (evitar paralizar la sociedad).

Las vacunas frente a SARS-CoV-2 vendrán, pero están lejos. Es previsible que haya primeras generaciones con eficacia parcial o escasa en algunos grupos de población, con efectos secundarios y con necesidad de dosis de recuerdo. Serán mejores sucesivas generaciones de vacuna, pero eso llevará muchos meses. En ausencia de un revulsivo inesperado positivo, el escenario más realista es que vamos a tener que adaptar nuestra vida a COVID-19 hasta el próximo verano.