Pasaporte inmunitario COVID-19

La disponibilidad de un pasaporte inmunitario COVID-19, esto es, un certificado de haber pasado la infección por SARS-CoV-2 o haber sido vacunado, será pronto necesario para acceder a vuelos, hoteles, eventos sociales y de ocio. Tras considerar si podría ser obligatoria la vacunación, parece una buena decisión que no pueda forzarse una medida preventiva, pero sí premiarse con la expedición de un certificado verde inmunitario, como el que ha recomendado la Comisión Europea. De este modo, la incentivación reemplaza a la obligación.

La vacunación se asocia de modo indiscutible con una menor proporción de personas que padecen formas graves de COVID-19. Se requieren menos ingresos hospitalarios y fallecen menos infectados. Junto al beneficio personal está el beneficio social, para la comunidad. Los vacunados transmiten menos el coronavirus si se infectan. La experiencia de Israel y de Inglaterra, donde se han vacunado más de la mitad de la población, confirma la efectividad de las vacunas.

La vacunación y la inmunidad natural adquirida tras padecer la infección por SARS-CoV-2 generan protección, fácilmente reconocible por la presencia de anticuerpos. Estas personas tienen un riesgo muy bajo, al menos durante meses, de padecer formas graves de COVID-19, aunque puedan reinfectarse. Los dos primeros casos de infección (ambos con pocos síntomas) tras vacunación se han descrito recientemente en Nueva York.

Las reinfecciones pueden producirse más a menudo por nuevas variantes que incorporan mutaciones que aumentan la transmisibilidad y/o escapan de los anticuerpos protectores. Cuanto más tiempo esté circulando el coronavirus, sin control, en una sociedad, más posibilidad hay de que aparezcan las variantes de escape inmune. Es lo que ha ocurrido en Sudáfrica y en Brasil, donde han aparecido variantes frente a las que las vacunas son menos eficaces.

Para que el pasaporte inmunitario no discrimine a nadie, deben agilizarse las campañas de vacunación. Toda la población debe tener acceso cuanto antes a la vacuna. Aunque se hayan priorizado los grupos más vulnerables (ancianos, obesos, personal sanitario, etc.), antes del verano deben haberse podido vacunar todos los que quieran.

El coronavirus del COVID-19, el SARS-CoV-2, ha venido para quedarse y su salto desde el reservorio animal en murciélagos a la especie humana ha sido muy traumático, comportando una crisis sanitaria y social sin precedentes. Con la vacunación, tenemos la oportunidad de acelerar el paso de la pandemia a una forma de catarro estacional, como ya ocurre con otros cuatro coronavirus humanos cada invierno. Es previsible que para contener las nuevas cepas que emerjan de SARS-CoV-2 serán necesarias dosis de recuerdo de las vacunas más actualizadas. En cualquier caso, las que tenemos ahora funcionan bien para evitar las formas graves de COVID-19.