Tras la ola de COVID-19 producida en verano por la variante delta, todos deseamos disfrutar de la Navidad. Sin embargo, la descripción y rápida propagación en Sudáfrica de una nueva variante del SARS-CoV-2 ha generado gran preocupación (Callaway E. Nature 2021). La OMS ha propuesto denominarla ‘omicron’. Son muchos los países que han cerrado sus fronteras a las personas provenientes de países surafricanos.
¿Por qué hay preocupación con la nueva variante ‘omicron’? Son cuatro las razones que hacen temer la propagación de esta cepa. En primer lugar, que sea más transmisible, como lo fue la variante delta respecto a las que circulaban antes del verano. De este modo, las medidas de distanciamiento social y las mascarillas podrían ser menos eficaces. Recordemos que el invierno favorece las actividades en espacios cerrados. En segundo lugar, la nueva variante ‘omicron’ podría ser más virulenta, esto es, causar gravedad con más frecuencia. En tercer lugar, la protección en los vacunados podría ser menor, dado que las vacunas actuales fueron diseñadas para las variantes antiguas del coronavirus. En un escenario favorable, desarrollar y comercializar nuevas vacunas frente a ‘omicron’ puede llevar al menos tres meses. Por último, es probable que los nuevos tratamientos con anticuerpos monoclonales neutralizantes sean menos efectivos frente a estas variantes.
¿Cómo ha podido surgir una nueva variante del SARS-CoV-2 tan distinta? En los países donde la secuenciación genética del coronavirus del COVID-19 es frecuente, se reconoce una progresiva evolución en la variabilidad genética a lo largo del tiempo, así como la introducción de nuevas cepas desde personas infectadas provenientes de otras regiones. Siguiendo un modelo darwiniano, se imponen con el tiempo aquellas variantes que tienen propiedades mejores. Así ha ocurrido con la variante delta, inicialmente descrita en India antes del verano, y que luego se ha diseminado por todo el planeta.
La nueva cepa ‘omicron’ destaca por representar un salto evolutivo considerable, con más de 30 mutaciones en la proteína de la espícula. Entre las hipótesis que explican la aparición de esta nueva cepa, hay dos que merecen atención especial. La primera es que exista un reservorio animal al que se ha adaptado el coronavirus humano y en el que ha evolucionado de forma única, como ocurrió el pasado año con los visones en Dinamarca. Recuérdese que los visones se infectaron desde humanos y que, después, pasaron formas mutantes a los cuidadores de las granjas. Las autoridades danesas decidieron el exterminio masivo de los animales. Una segunda posibilidad es que la nueva variante del SARS-CoV-2 sea fruto de la evolución viral en pacientes inmunodeprimidos (Purpura L y cols. Am J Transplant 2021), en los que la duración de la infección no se autolimita a 10 días (Kadire y cols. N Engl J Med 2021), sino que puede prolongarse durante meses. Al respecto, recordemos que Sudáfrica es uno de los países del mundo con una mayor tasa de VIH/SIDA. En estos pacientes podrían ocurrir con mayor frecuencia fenómenos de recombinación viral si hay exposición a más de una variante del SARS-CoV-2. Se podrían generar así variantes víricas muy distantes de las originales.
Hay que responder a todos estos interrogantes antes de alarmar a la población y forzar confinamientos innecesarios. Por el contrario, parece más que justificado maximizar los recursos disponibles y acelerar la administración de vacunas de refuerzo (tercera dosis) e inmunizar a los niños de 5 a 11 años. Aunque en la población pediátrica el riesgo de gravedad es bajo, algunos niños enferman y fallecen. Además, las personas vacunadas -y también los niños- son menos contagiosos si se infectan.
Está por ver el papel que pueden jugar los nuevos antivirales orales ante la irrupción de nuevas olas de COVID-19, entre otras la que pueda originar la cepa ‘omicron’. La aprobación de emergencia de molnupiravir (Merck) y de Paxlovid™ (PF-07321332 + ritonavir) (Pfizer) por algunos países permitirá conocer pronto si son capaces de frenar la propagación de nuevas infecciones y los casos graves. La administración estos antivirales debe ser precoz, tan pronto como se hace el diagnóstico (Couzin-Frankel J, Science 2021). De este modo, es prioritario comercializar pruebas de antígeno de fácil realización, suficiente sensibilidad y bajo precio.