La OMS conmemora el 28 de julio como Día Mundial de la Hepatitis. El lema del año 2024 recuerda que es momento de actuar (it’s time for action). Tenemos pruebas diagnósticas, vacunas y antivirales frente a las hepatitis; sin embargo, se utilizan de forma insuficiente.
El resultado de este proceder sanitario subóptimo es una tragedia médica cuádruple a nivel global. En primer lugar, hay 304 millones de personas con hepatitis crónica B y C. Segundo, sólo el 45% de los recién nacidos reciben la vacuna de la hepatitis B. Tercero, 1’3 millones de pacientes fallecen cada año como resultado de una hepatitis crónica B o C. Por último, cada año se producen 2’2 millones de nuevas infecciones por los virus de las hepatitis B o C.
Hay 5 agentes de las hepatitis víricas, que se conocen con letras que van de la A a la E. Los virus B, C y D son los que causan hepatitis crónica y, en ausencia de tratamiento, pueden producir cirrosis y cáncer de hígado. Los virus A y E sólo causan hepatitis aguda autolimitada, aunque ocasionalmente ésta puede ser grave (hepatitis fulminante). Los virus de las hepatitis A y E se transmiten sobre todo por vía oral, a partir de aguas o productos contaminados y pueden ocasionar brotes epidémicos.
Hepatitis B
La hepatitis B es la forma más frecuente de enfermedad hepática vírica (Polaris. Lancet Gastroenterol Hepatol 2023). Es paradójico, puesto que hay una vacuna desde hace más de 40 años. Además, hay antivirales orales eficaces, como el tenofovir y el entecavir, aunque la medicación debe tomarse de por vida, pues no erradica la infección viral en los portadores crónicos. Sin embargo, los antivirales reducen drásticamente el riesgo de progresión a cirrosis y a hepatocarcinoma (Ramos-Rincón y cols. Alim Pharmacol Ther 2023).
En los países occidentales, la vacunación frente a la hepatitis B forma parte del calendario vacunal infantil, pero no es así en muchos países del Tercer Mundo. Allí, la transmisión vertical de la hepatitis B a partir de madres gestantes infectadas es frecuente. Por otro lado, la transmisión sexual del virus B es una de las formas más comunes de adquisición de la infección en los adultos.
Es conveniente realizar un test de la hepatitis B (HBsAg) al menos una vez en la vida, para poder tomar decisiones beneficiosas, como vacunar a los no protegidos y tratar con antivirales a los portadores crónicos (Soriano y cols. Liver Int 2023).
Hepatitis C
La hepatitis C ha sido hasta hace una década una enfermedad hepática temida. Todo ha cambiado con la comercialización de los antivirales C directos. Su administración oral diaria durante 2-3 meses produce la curación de la hepatitis crónica C en casi todos los casos. Este beneficio evita la progresión a cirrosis. El número de portadores de hepatitis C ha caído a nivel global, aunque el beneficio se ha limitado en gran medida a los países occidentales (Cui y cols. Lancet Gastroenterol Hepatol 2023).
Por otro lado, no hay vacuna frente a la hepatitis C (Malaina y cols. Sci Rep 2023), de modo que las personas con prácticas de alto riesgo de infección, como los drogadictos por vía intravenosa y los varones homosexuales con múltiples parejas, pueden volver a adquirir la enfermedad tras haber completado el tratamiento (Soriano y cols. Exp Op Drug Saf 2023) .
Hepatitis delta
En todos los pacientes con hepatitis crónica B debe excluirse la hepatitis delta. El virus D sólo produce infección en los portadores del virus B. Esto es, a modo de un parásito obligado, no existe de forma independiente. Sin embargo, la hepatitis crónica B + D es la forma más grave de hepatitis viral, con un riesgo elevado de progresión a cirrosis y cáncer de hígado (Terrault N. N Engl J Med 2024) .
Recientemente se ha comercializado un antiviral frente a la hepatitis delta, la bulevirtida (Soriano y cols. Drug Des Devel Ther 2023) . Las personas adictas a drogas intravenosas y los pacientes con infecciones de transmisión sexual -incluido el VIH- tienen un mayor riesgo de adquirir la hepatitis delta (Yen y cols. Clin Liver Dis 2023).
El compromiso de muchos organismos y agencias internacionales en la lucha contra el sida no ha sido acompañado de un esfuerzo similar, ni de lejos, en el control de las hepatitis víricas, sobre todo la hepatitis B. Dado que hay vacunas y antivirales efectivos, debería priorizarse la lucha contra la hepatitis B (Soriano y cols. Pathogens 2024), sobre todo con la vacunación perinatal en los países del Tercer Mundo.