COVID-19 en Madrid: por fin una luz al final del túnel

La primera ola de COVID-19 llegó a Europa en febrero de 2020 y Madrid fue uno de los epicentros. Se colapsaron los hospitales y fallecieron cerca de 10.000 personas, muchos de ellos sin poder hacerse el diagnóstico virológico (Soriano et al. Ther Adv Infect Dis 2020). La infección por SARS-CoV-2 afectó de forma desproporcionada a los ancianos de residencias geriátricas y al personal sanitario (Moreno-Torres et al. Medicine (Balt) 2021; Bouza et al. J Infect 2020).

Tras un confinamiento domiciliario de dos meses y la llegada del verano, las restricciones se relajaron. A pesar de la crudeza de la situación vivida, los estudios de anticuerpos revelaron que solo un 11% de la población de la región de Madrid se había infectado por SARS-CoV-2 (Pollán et al., Lancet 2020; Soriano et al. Clin Infect Dis 2021).

La segunda ola llegó en septiembre, tras la vuelta al trabajo, colegios y universidades. Por entonces, ya habíamos aprendido a llevar mascarilla, evitar reuniones de grupos en espacios cerrados y había suficientes tests diagnósticos. Las residencias geriátricas estaban más protegidas y los sanitarios tenían equipos de protección. Al final del otoño, los estudios de anticuerpos estimaron que un 20% de los 6,8 millones de madrileños en la región se habían infectado (Soriano et al. Int J Infect Dis 2021).

La tercera ola llegó en enero 2021 tras las reuniones navideñas. Coincidió con la llegada de la cepa británica B.1.1.7, más transmisible. La disponibilidad de tests rápidos de antígeno ayudó a la identificación de casos y al aislamiento precoz. Para Semana Santa, la estimación de infectados alcanzó el 25% de la población de la región de Madrid (Soriano et al. Int J Infect Dis, in press).

La apertura del Hospital de Emergencias Isabel Zendal, como continuación de los pabellones hospitalizados de IFEMA, ha supuesto una gran ayuda para desbloquear al resto de hospitales (Candel et al. Rev Esp Quimioter 2021). Está dedicado exclusivamente a pacientes con COVID-19, que eran remitidos de toda la comunidad autónoma. 

Vacunas frente al SARS-CoV-2

La mayor contribución frente a la pandemia la protagonizan las vacunas. Hasta ahora se han vacunado cerca de un 30% de los madrileños. Más importante, lo han hecho ya casi todos los de grupos más vulnerables, como ancianos, pacientes crónicos y personal sanitario. El resultado no se ha hecho esperar: no hay colapso en los hospitales y la mortalidad se ha reducido drásticamente.

La implementación del certificado de vacunación (pasaporte inmunitario) ayudará a incentivar la vacunación, ya que el acceso a viajes, eventos, hoteles, etc. sólo será posible si se acredita la vacunación (Wilf-Miron et al. JAMA 2021).

Si el ritmo de vacunación se enlentece, existe un mayor riesgo de selección de variantes mutantes de escape inmune, esto es, para las que no funciona la vacuna. Esta posibilidad podría poner en jaque de nuevo a toda la sociedad. Se acaban de describir en Nueva York dos de estos casos en mujeres vacunadas, con manifestaciones de COVID-19 y demostración de nuevos coronavirus mutantes. Los síntomas fueron leves en ambas y se resolvieron en una semana (Hacisuleyman et al. N Engl J Med 2021). Es previsible que necesitemos nuevas generaciones de vacunas frente a esas y otras variantes de escape que vayan apareciendo (Wang et al. Nature 2021).

El horizonte se despeja en Madrid. Las buenas noticias de lugares como Israel, Reino Unido e incluso Gibraltar, donde gran parte de la población se ha vacunado, permiten aspirar a tener un mejor verano. Por tanto, hay que acelerar el ritmo de vacunación. Los efectos secundarios existen, pero los graves son muy poco frecuentes. El beneficio supera con creces cualquier riesgo.