¿Crisis de salud mental en adolescentes?

Hay una preocupación creciente por la salud mental de nuestros adolescentes. La frecuencia de trastornos psiquiátricos y el suicidio están en aumento entre la población juvenil, especialmente en los países desarrollados. Se han identificado dos grandes factores determinantes. En primer lugar, el abuso y la adicción a las pantallas, en el móvil, tablet y ordenador. Las redes sociales y los chatbot han pasado a constituir fuentes de información y de opinión fácilmente manipulables. Aunque los conocimientos se universalizan, los adquiridos en la red son generalmente superficiales. Hay sentencias y opiniones más que explicaciones y argumentaciones.

Además, con el móvil todo se ha vuelto asequible e inmediato. El beneficio del esfuerzo y la constancia en superar la dificultad y alcanzar la verdad se han desvanecido. Al final, si se reconoce una falsedad, el adolescente sufre en soledad la frustración y el desengaño (Girela-Serrano y cols. Eur Child Adolesc Psychiatry 2022).

En segundo lugar, el abuso del móvil conduce a una pérdida del valor referencial y ejemplar que aporta la familia. El dispositivo reemplaza el carácter formativo y de apoyo afectivo del entorno familiar. Con su amor desinteresado, padres, hermanos y abuelos aportan seguridad. Constituyen el entorno más apropiado e insustituible para el desarrollo del futuro ciudadano. Sin embargo, la sociedad egocéntrica actual ataca a la familia y prioriza slogans como ‘porque tú lo vales’ sobre ‘es de bien nacidos ser agradecidos’.

Las carencias en el entorno afectivo familiar junto a la avalancha de desinformación en las redes sociales y en el mundo digital convergen en una tormenta perfecta para la actual crisis de identidad en la adolescencia. Es una etapa de especial fragilidad en la formación de la personalidad. Es un periodo donde la orientación del proyecto personal es más vulnerable. Una educación en valores y unos referentes familiares son el mejor entorno para formar buenos ciudadanos, personas con capacidad de ser felices.  

Un estudio reciente ha examinado más de dos millones de hospitalizaciones en adolescentes en España desde el año 2000. Eran jóvenes de 11 a 18 años. Los trastornos mentales fueron causa de ingreso hospitalario en el 6%, pero aumentaron desde un 4% en el año 2000 al 9’5% en el año 2021 (Soriano y cols. Eur Child Adolesc Psychiatry 2024). Las chicas representaron el 55%. La edad media de ingreso cada vez fue más joven. El abuso de sustancias (drogas, etc.), los trastornos de la conducta alimentaria (anorexia, bulimia), los síndromes de ansiedad/estrés, el déficit de atención/hiperactividad y la depresión fueron las causas más frecuentes de hospitalización en adolescentes.

La ideación suicida o los intentos autolíticos representaron el 2% de las hospitalizaciones por trastornos mentales en adolescentes (Soriano y cols. J Affect Disord 2024). Se han multiplicado por 4 en la última década y el 75% son chicas. Este incremento de la ideación y de la conducta suicida se ha relacionado con una sobreexposición a pantallas y redes sociales (Chamarro y cols. BMC Public Health 2024). 

En atención a esos datos alarmantes, diversos sociedades médicas y organismos sanitarios han llamado la atención a la clase política sobre el daño de las pantallas en la población infanto-juvenil. Hay que tomar medidas de prevención en las familias y en las escuelas. Hemos de reducir el riesgo de adicción a las pantallas en nuestros jóvenes y realizar un diagnóstico precoz en aquéllos que manifiestan patología conductual. Este mismo mes, el Colegio de Médicos de Madrid (ICOMEM) ha publicado un documento de posicionamiento sobre el uso de pantallas y su relación con la salud de la infancia y la adolescencia.

El documento del ICOMEM revisa la evidencia actual sobre la influencia del abuso en la utilización de móviles y pantallas por parte de niños y adolescentes. Se producen problemas de sueño y rendimiento escolar, trastornos de alimentación, conflictos de autoestima, alteraciones en las relaciones sociales y de amistad, anomalías en la creación de vínculos afectivos, trastornos patológicos en la comprensión de la sexualidad y mayor riesgo de violencia sexual, ciberacoso, ludopatías, etc. 

Es tarea de todos, primero de los padres y luego de los colegios, tomar la iniciativa para contrarrestar el daño de las pantallas en los más jóvenes. Es nuestro deber proporcionar una educación sana a nuestros hijos. Entre otras medidas específicas, conviene retrasar la edad de adquisición de smartphones, p.e., después de los 16 años (son 18 años para el carné de conducir). También puede limitarse el tiempo de uso durante el día y cesar durante la noche, guardando juntos los dispositivos familiares. Por su parte, el estado debe promover normativas que regulen el acceso a contenidos, prohibiendo las aplicaciones que han demostrado ser dañinas y adictivas (p.e., TikTok), como ya hacen otros países.