Un estudio americano reciente ha alertado sobre el abandono de la profesión por parte de un número creciente de médicos (Abassi J. JAMA 2022). La pandemia de COVID-19 ha precipitado el descontento con la profesión y el ‘burnout’. Cada vez son más los profesionales sanitarios que no disfrutan de la satisfacción del deber cumplido, inherente a su contribución a restaurar la salud del paciente. Esta consideración, que engrandece la profesión médica, fue subrayada con gran acierto por Edmund Pellegrino, uno de los grandes pensadores de la ética médica contemporánea (de Santiago M. Cuad Bioét 2014).
La falta de personal, de recursos y la presión por el gasto sanitario a menudo fuerzan a los profesionales a tomar decisiones que no son las consideradas mejores para nuestros enfermos. A esto se suma la digitalización creciente del acto médico, que ha despersonalizado la relación médico-paciente. La pantalla del ordenador se ha interpuesto. Todo debe recogerse de modo electrónico, para que quede registrado.
Se atribuye al francés Claude Bernard (1813-1878) el triple compromiso del médico ante el enfermo: ‘curar alguna vez; aliviar a menudo; y consolar siempre’. Cuando la salud no se puede devolver al paciente, el médico acompaña. Con ese lema, se vislumbra y redescubre la grandeza de la vocación médica. Lo que no recoge esa sentencia es que los médicos en algún momento también seremos enfermos. Es entonces cuando algunos caen en la cuenta de que ciencia y humanismo deben ir de la mano en medicina (Rubin R et al. JAMA 2021).
Los dilemas éticos que rodean la profesión médica son muchos en el momento actual. Las situaciones vividas durante la pandemia de COVID-19 han sacado lo mejor de nosotros (Del Río R et al. AIDS Rev 2020). Somos muchos los que echamos de menos que la formación humanística y antropológica sea tan escasa en la docencia en las facultades de medicina (Hurwitz B et al. BMJ 200 ; Hojat M et al. Acad Med 2009).
Las opiniones sobre cuestiones de ética médica están a menudo muy poco fundamentadas entre nuestros colegas. Sorprende este desconocimiento si se compara con su formación técnica en la especialidad respectiva. Sin embargo, se trata de asuntos que a menudo surgen en la práctica profesional y de los que nuestra sociedad solicita opinión para la promoción de la salud. Es el caso de los cuidados paliativos en las etapas finales de la vida; el diagnóstico prenatal y la eugenesia; los xenotrasplantes; el abuso de drogas y el auge de las sobredosis; las terapias genéticas y la edición génica; o el manejo de los trastornos de la sexualidad (Gallego et al. AIDS Rev 2021; 23: 164-6; Moschella M. J Med Philos. 2021; 46: 782-804).
Todo lo anterior explica en buena parte el desencanto con la profesión cuando no se llena ese vacío, así como el auge que están experimentando las actividades de formación humanística entre los médicos. El Colegio Oficial de Médicos de Madrid (ICOMEM) ha puesto en marcha unos ‘Debates desde la ética y la deontología de la profesión médica’. El más reciente se refirió a las ventajas e inconvenientes de la telemedicina.
Por su parte, los médicos madrileños han organizado unas Jornadas de Bioética en Atención Primaria. La sesión del jueves 2 de junio tendrá lugar en el Hospital Puerta de Hierro, en Majadahonda. El tema abordado son los pros y contras de la vacunación frente a COVID-19 (inscripciones gratuitas: comitedeetica.dano@salud.madrid.org).
Desde la universidad y con el fin de facilitar que tengan acceso el mayor número de interesados, muchos de ellos con horarios difíciles, desde hace varios años se cursa de forma exclusiva online un Master Oficial Universitario en Bioética.
Por último, acaba de ser publicado el libro Coloquios de Ética Médica (Biblioteca Online, Madrid 2022), que aborda hasta 30 cuestiones de actualidad. Los autores son médicos españoles de distintas especialidades, pero todos con una misma inquietud por dar una respuesta argumentada a casos reales.