¿Se acerca una nueva ola de COVID-19 a España?

La pandemia de COVID-19 progresa de forma cada vez más heterogénea en el planeta, con unos focos que se encienden y otros que se apagan en lugares y momentos distintos. Ahora le ha tocado el confinamiento a Rusia. Y en gran parte de Europa, los diagnósticos, hospitalizaciones y muertes por COVID-19 van en aumento. Por el contrario, en España la situación parece controlada… ¿hasta cuándo?

Al menos son cuatro las razones que explican el repunte de casos en países europeos, como Inglaterra y Alemania. En primer lugar, el frío ha llegado y las reuniones han pasado de ser al aire libre a espacios cerrados. En segundo lugar, el retorno al colegio y a las universidades ha expuesto a grandes grupos de gente joven y niños no vacunados. En tercer lugar, muchos de los vacunados lo fueron hace más de 6 meses y no han recibido dosis de recuerdo. Por último, la tasa de vacunación es relativamente baja en muchos países de nuestro entorno (menos del 70%). En otras palabras, existe una proporción elevada de ciudadanos europeos que, a pesar de haber podido acceder a las vacunas, no desean recibirlas. Es una situación distinta de la que tienen muchos países del Tercer Mundo, donde la disponibilidad de vacunas es escasa.

España empezó con retraso la vacunación, pero la proporción de vacunados es actualmente del 80%, más elevada que en otros países de nuestro entorno. El negacionismo es más frecuente en países como Inglaterra y Alemania, y les está pasando factura. El beneficio de las vacunas ha sido extraordinario en España (Barandalla et al. Int J Infect Dis 2021). Ayudó a contener la explosión de casos en verano por la cepa delta, que es mucho más transmisible. De hecho, apenas hubo una cuarta ola de hospitalizaciones y muertes, a diferencia de lo ocurrido en otros lugares, como el sur de EE.UU.

Para evitar una quinta ola de COVID-19 en España antes de Navidad podemos contemplar varias medidas. Primero, continuar con el uso de mascarillas en lugares cerrados si coincidimos con más personas. Segundo, vacunar a los niños de 5 a 12 años, como lo acaba de recomendar el CDC en EE.UU. Tercero, administrar una dosis de recuerdo, tras 6 meses de la última. Restaura la inmunidad, también frente a la variante delta (Levine-Tiefenbrun et al. Nature Med 2021). Afortunadamente, ya han recibido la tercera dosis un millón de las personas más vulnerables en España. 

La emergencia de nuevas cepas del SARS-CoV-2 es más que probable. Tendrán mayor capacidad de evadir la protección de las vacunas. Sin embargo, su gravedad y transmisión siempre será inferior en los vacunados. Esto es cierto también en los niños que, aunque desarrollen con menor frecuencia cuadros graves, también pueden fallecer con un síndrome inflamatorio multisistémico por coronavirus (Middelburg et al. Front Pediatr 2021). Por todo ello, es conveniente vacunar a los niños. Hay un beneficio adicional para el resto de la sociedad pues, una vez inmunizados, dejan de ser un reservorio importante de infección (Kozlov M. Nature 2021).La pandemia de COVID-19 no se ha acabado. El coronavirus ha venido para quedarse. Solo después de 2-3 años y con la mayoría de la población inmunizada de forma natural o gracias a las vacunas, es predecible que el SARS-CoV-2 pase a ser un virus endémico, uno más de los que causan catarros invernales, como los virus de la gripe o el virus respiratorio sincitial (Telenti et al. Nature 2021). Hasta ese momento, solo las medidas de distanciamiento social y las vacunas reducirán el daño sobreañadido. Por supuesto, la disponibilidad de un antiviral oral, como el molnupiravir, supondrá un arma adicional muy atractiva, tanto para reducir el riesgo de progresar a formas graves los recién infectados (tratamiento) como para prevenir el riesgo de contagio en personas en situaciones de alto riesgo de exposición (profilaxis).